sábado, 8 de junio de 2013

Esta semana leímos

NAZIM HIKMET



Nazım Hikmet Ran (Salónica, Imperio otomano, 20 de noviembre de 1901 - Moscú, 3 de junio de 1963) fue un poeta y dramaturgo turco, considerado en Occidente el poeta más importante en lengua turca del siglo XX. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Largamente exiliado de su país de origen a causa de su militancia comunista, murió en 1963 como ciudadano polaco.



Autobiografía
escrita en Berlín Oriental el 11.9.1961

Nací en 1902.
Jamás he vuelto a mi ciudad natal.
No me gusta volver atrás.
A los tres años, en Halep, ejercité la profesión de nieto de pachá,
a los diecinueve la de estudiante en la universidad de Moscú,
a los cuarenta y nueve otra vez en Moscú:
y desde los catorce años escribo poesías.
Hay hombres que conocen mil variedades de hierbas, otros
conocen variedades de peces,
yo, de separaciones.
Hay hombres que saben de memoria el nombre de cada estrella,
yo, el de las nostalgias.
He dormido en las cárceles y en los grandes hoteles.
He pasado hambre. Casi no existe plato que no haya probado
incluido el de la huelga de hambre.
A los treinta años han querido ahorcarme,
a los cuarenta y ocho quisieron concederme la medalla de la Paz
y me la concedieron.
A los treinta y seis, necesité seis meses para recorrer
cuatro metros cuadrados de sombrío hormigón.
A los cincuenta y nueve, en dieciocho horas, volé
desde Praga a La Habana.
En 1951, en un mar, en compañía de un amigo,
anduve sobre la muerte.
En 1952, con un corazón cascado, tendido sobre la espalda,
esperé la muerte más de cuatro meses.
Fui locamente celoso de las mujeres a las que amé.
No le tuve ninguna envidia a nadie, ni siquiera a Charlot.
Engañé a mis mujeres.
Nunca hablé mal detrás de mis amigos.
He bebido, sin llegar nunca a borrachín.
Siempre con el sudor de mi frente
gané mi dinero. ¡Qué suerte para mí!
Sentí vergüenza ajena. Mentí.
Mentí por piedad.
Pero nunca dije mentiras porque sí.
He montado en tren, en avión, en coche.
La mayoría no lo consigue.
He ido a la ópera.
La mayoría no consigue ir
a la mezquita, la iglesia, el templo, la sinagoga, los hechiceros;
ni siquiera ha oído hablar de la ópera.
Sin embrago, desde los veintiún años no voy
a muchos sitios adonde va la mayoría,
pero suelo hacerme leer el porvenir
en los posos del café.
Mis escritos están impresos en cuarenta idiomas
y prohibidos en mi Turquía, en mi propia lengua.
No tengo aún el cáncer,
tampoco es obligación padecerlo.
Nunca seré primer ministro ni cosa parecida,
tampoco me gustaría serlo.
No fui a la guerra
Pero tampoco bajé a los refugios en medio de la noche.
No me arrastré en las carreteras
huyendo de los aviones que vuelan a ras de tierra.
Cerca de los sesenta me enamoré locamente.
En pocas palabras, amigos míos
Aunque esté hoy en Berlín muriendo de nostalgia,
puedo afirmar
que he vivido como un hombre.
En el tiempo que me queda por vivir
¿qué podrá ocurrirme aún?
Chi lo sá?




CAMILO BLAJAQUIS




César González, quien utiliza el seudónimo Camilo Blajaquis (n. Morón en 1989) es un poeta argentino. Nació en el seno de una humilde familia en la villa Carlos Gardel (Morón. El seudónimo que utiliza conforma un homenaje al revolucionario cubano Camilo Cienfuegos y al militante sindical Domingo Blajaquis asesinado en Avellaneda en 1966, hecho relatado por Rodolfo Walsh en el libro "¿Quién mató a Rosendo?". Blajaquis estuvo preso desde los 16 años hasta los 21. Al salir de la cárcel comenzó a cursar la carrera de Filosofía en la UBA y a los 21 años publica su primer libro, "La venganza del cordero atado", que ya lleva tres ediciones. En noviembre del 2011 presentó en la Biblioteca Nacional su segundo libro, Crónica de una libertad condicional.
Trabaja en la Secretaría de Cultura de Morón, donde organiza talleres literarios en el Barrio Carlos Gardel, donde actualmente vive, y en otros barrios del municipio.



Pronóstico reservado

Escupo.
No sé si dolor, no sé si verdad.
Escupo.
Quizás trueno, quizás poesía.
Relámpagos, alumbran relámpagos.
El aire se espesa, la tierra se humedece.

Se presiente la lluvia, el ataque de las gotas.
El cielo tiene ganas de escupir:
Quizás su dolor, quizás su verdad,
Quizás construye con truenos su mejor poesía.

Empezó
a
llover.

Ahora el agua perfora los detalles,
el rebaño se esconde,
le teme a la lluvia,
dice que le hace recordar a la naturaleza,
y la naturaleza es el enemigo,
por eso hay que pisotearlo
y abandonarlo en un recuerdo lejano.

Llueve más fuerte

El ejército de las gotas acribilla el asfalto,
Manosea transeúntes y deja que sus victimas
Se fuguen por las alcantarillas.

¡llegó el viento!
¡acariciando a los arboles!
¡penetrando a la lluvia!

De repente se esconde, se refugia,
se deja atrapar por los edificios.

¿No te da pena la soledad del viento?





CARILDA OLIVER LABRA



Carilda Oliver Labra es una de las más importantes poetisas de la cultura cubana, reconocida internacionalmente por su labor literaria. Cubana de nacimiento, Carilda Oliver Labra nació el 6 de julio del año 1922, en la ciudad de Matanzas. En la Universidad de La Habana obtiene el título Doctora en Derecho Civil. Además de ejercer su profesión como abogada en su ciudad natal, trabajó también en la biblioteca pública Gener y del Monte, de Matanzas, y fue profesora de dibujo, pintura y escultura. Por su poema Canto a la bandera, obtuvo en 1950 el Primer Premio y Flor Natal en el Concurso Nacional de Poesía. Por su libro Al sur de mi garganta obtiene el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación. Además fue la ganadora del Premio Nacional en el Certamen Hispanoamericano que fuera organizado por el Ateneo Americano de Washington en conmemoración al tricentenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz. El 12 de octubre de 2002, recibió de manos del presidente del Frente de Afirmación Hispanista, el galardón que lleva el nombre de José Vasconcelos. A estos premios se suman el Premio Nacional de Poesía y el Premio Nacional de Literatura que ostenta.


Discurso de Eva

Hoy te saludo brutalmente:
con un golpe de tos
o una patada.
¿Dónde te metes,
a dónde huyes con tu caja loca
de corazones,
con el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde vives:
en la fosa en que caen todos los sueños
o en esa telaraña donde cuelgan
los huérfanos de padre?

Te extraño,
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño,
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.

¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: «mi vida»
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, parece en llama.

De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
como la bruja clara donde pienso.
De verdad que no te quiero,
pero inocentemente,
como el ángel embaucado que soy.
Te quiero,
no te quiero.
Sortearemos estas palabras
y una que triunfe será la mentirosa.
Amor...
( ¿Qué digo? estoy equivocada,
aquí quise decir que ya te odio. )
¿Por qué no vienes?
¿Cómo es posible
que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
¿Cómo es posible que seas austral
y paranoico
y renuncies a mí?

Estarás leyendo los periódicos
o cruzando
por la muerte
y la vida.
Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote en una aspiración del luto.
Y yo que te deshielo,
que te insulto,
que te traigo un jacinto desplomado;
yo que te apruebo la melancolía;
yo que te convoco
a las sales del cielo,
yo que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo vas a matarme a salivazos,
héroe?
¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo vas a llamarme pajarito
y puta?
¿Cuándo vas a maldecirme?
¿Cuándo?
Mira que pasa el tiempo,
el tiempo,
el tiempo,
y ya no se me aparecen ni los duendes,
y ya no entiendo los paraguas,
y cada vez soy más sincera,
augusta...

Si te demoras,
si se te hace un nudo y no me encuentras,
vas a quedarte ciego;
si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy a llamarme nunca.

Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
Este es un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle.
Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
Por eso, cuando nos mordemos,
de noche,
tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero no importa,
bésame,
otra vez y otra vez
para encontrarme.
Ajústate a mi cintura,
vuelve;
sé mi animal,
muéveme.
Destilaré la vida que me sobra,
los niños condenados.
Dormiremos como homicidas que se salvan
atados por una flor incomparable.
Ya la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos la naturaleza
y me pareceré a tus hijos en la cama.

Vuelve, vuelve.
Atraviésame a rayos.
Hazme otra vez una llave turca.
Pondremos el tocadiscos para sIempre.
Ven con tu nuca de infiel,
con tu pedrada.
Júrame que no estoy muerta.
Te prometo, amor mío, la manzana.





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