Pequeño malentendido
La muerte estaba lejos
cuando movías los labios
pegoteados;
si me arrojabas
tu mirada limosnera,
morir era nada.
Un mes más tarde
yo intentaba hablarte
del vértigo agradable
sin poner en evidencia
mi excitación;
un minuto después
te acercabas a mis ojos
y me ordenabas
morir
Agustina Dallorso
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