domingo, 15 de noviembre de 2009

Me gusta atacar su costado


Justo antes que el deseo
se convierta en pecado,
elijo templar sus hombros
con mi aliento
hasta saberlo condenado.

Saboreo sus costillas
hasta que su fuerza se aplaca
y no tengo más ropa
que sus caricias.
Recito en su cuello
impronunciables besos
que pintan de plata
sus ríos.

Prefiero empezar por arriba
con su boca junto al mía,
suplicando rendida
que lo ame
hasta que el sol filoso
se meta en la cama
y nos convierta
en calabazas.

Mariana Cabrera

No hay comentarios:

Publicar un comentario